La obsolescencia programada y la valoración en seguros

Para bien y para mal, estamos en una sociedad de consumo donde la necesidad de cambio, disponer de “lo último”, “lo más nuevo” o “lo más adelantado” es un hecho y especialmente cuando las empresas tecnológicas, en muchos casos se encargan de recordárnoslo día a día. Esto, unido al interés de vender más productos, a motivado que cada vez, con más frecuencia, encontremos productos de alto consumo como son los smartphones, portátiles, tablets, impresoras y hasta lavadoras, con una obsolescencia programada por parte de sus fabricantes.

El incremento de la contaminación derivada del desarrollo de estos productos impacta directamente en el cambio climático. Tanto por el aumento de los gases de efecto invernadero, consumos energéticos y demás recursos durante la fabricación, como por la eliminación de los aparatos rechazados.

Independientemente del preocupante impacto climático, en el ámbito de Consumidores y Usuarios, dentro de la Unión Europea su tratamiento es dispar, pues mientras Francia e Italia disponen de una Legislación al respecto, de hecho en Italia Apple y Samsung recibieron en 2018 la primera multa por prácticas de obsolescencia programada, el resto de países no disponen, en líneas generales, de una regulación apropiada. Para intentar normalizar esta situación la Comisión Europea tomó diversas medidas para impulsar una “economía circular” mediante el incremento del periodo de obsolescencia programada y la existencia de recambios adecuados que permitan la adquisición o reciclado de equipos de segunda mano (Resolución del Parlamento Europeo). En España tanto su gobierno como la Comunidades Autónomas, como por ejemplo Extremadura, están concienciadas y están realizando diversas propuestas. En este sentido señalar las proposiciones de Ley en fase de tramitación en el Congreso de los Diputados.
 

La obsolescencia programada y los seguros

Pero ¿esta obsolescencia programada afecta al seguro?, creemos que sí. En aquellos seguros que garantizan la reposición a nuevo de los bienes, cobertura cada vez más habitual, consideramos que afectará más directamente en los posibles estudios de siniestralidad a realizar por los actuarios y en menor medida a la valoración de un siniestro. Pero en aquellos siniestros cuya indemnización del bien se establece a valor real, la situación es diferente por el hecho de aplicar la depreciación correspondiente.

Son varios los sistemas de depreciación, en función del tipo del bien: parabólica, logarítmica, etc. Aunque siendo prácticos, la que utilizamos siempre es la depreciación lineal y la aplicamos en función del “uso, antigüedad, obsolescencia y estado de conservación” del bien.

Ahora, esta obsolescencia programada podría aportar soluciones y disminuir la polémica y el conflicto entre las partes periciales (Aseguradora y Asegurado) a la hora de establecer la depreciación en los bienes mencionados: smartphones, equipos informáticos o electrodomésticos de gama blanca, pero aunque puede ayudar el que el fabricante establezca una supuesta vida estimada para un equipo, la realidad es que la vida útil, en la mayoría de los casos es superior, por lo que los peritos, con mayor interés, deben analizar el impacto que en cada caso tengan el uso dado al bien, su antigüedad, estado de conservación y con respecto a la obsolescencia, contemplarla de la forma más objetiva posible dentro de sus múltiples facetas: obsolescencia funcional, tecnológica, programada.

A este respecto recomendamos dos estudios realizados por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) sobre la duración y la vida útil de los electrodomésticos

https://www.ocu.org/organizacion/prensa/notas-de-prensa/2019/duracionelectrodomesticos170119
https://www.ocu.org/electrodomesticos/frigorificos/noticias/electrodomesticos-marcas-mas-duraderas#

Por tanto, desde el punto de vista pericial y de valoración del alcance del daño, esta obsolescencia programada representa una referencia de interés, pero en ningún caso deberán dejar de analizarse otras implicaciones de carácter técnico y de entorno, de forma que la depreciación y el valor real que pueda establecerse sea lo más objetivo posible.
 

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